Autor: Molière;
Dirección, Vestuario, Escenografía y Luces : Willy Landin ;
Intérpretes : Enrique Pinti, Liliana Pecora, Lucrecia Capello, Gustavo Garzón, Mariano Mazzei, Pacha Rosso, Heidi Fauth, Andrea Bonelli, Hernán Boglione, Hernán Jiménez, Roberto Peloni, Ariel Franci-Lessing, Diego Mariani, Gustavo Maso, bailarines y músicos;
Música original y arreglos: Gabriel Chwojnik;
Dirección musical: Ricardo Pereyra; Coreografía: Elizabeth de Chaperouge;
Teatro: Gral. San Martín, “Sala Martín Coronado”. Duración: 110 minutos.
· Comedia-ballet en cinco actos y en prosa, estrenada por la compañía de Molière el 14 de octubre de 1670 en la corte de Luis XIV en el Castillo de Chambord. La música es de Jean-Baptiste Lully, la coreografía de Pierre Beauchamp y los decorados de Carlo Vigarani.
· Asistí a la función de "El burgués gentilhombre", en el Teatro San Martín (pobre teatro, cómo está!!, pero ese es otro tema), la verdad clara y llanamente es que no me gustó mucho, esencialmente se desarrolla el tema de la obra, pero se cambió tanto un clásico tan refinado, que del original, quedó poco y nada.
· Muy bien el Jourdain de Enrique Pinti, bien el resto, demasiados errores, (hay que tener en cuenta, que estrenaron esta semana, como es mi costumbre, espero bastante después de los estrenos para ir, pero, como era Molière, no “pude” esperar).
· Se notó que había mucha gente que fue a ver a Pinti que, acostumbrados a sus obras, se reían “hasta de las luces y a carcajadas”, imagino que no habían visto nunca esa pieza excelentemente protagonizada por un Osvaldo Terranova, por ejemplo. En ese mismo teatro tuve ese placer y vi a Molière y escuché sus palabras con elegancia, picardía y estilo, esa noche fue inolvidable y renové mi amor por el teatro (de ésto hace más de 25 años).
· Este no es el caso.
· Muy buena la puesta, moderna y lograda, con unas novedosas cámaras (ya las había visto en otros espectáculos y los resultados fueron notables), pero muy difícil en esta oportunidad para los protagonistas, concentrarse en los personajes y estar atentos al enfoque de las cámaras, eso le quita encanto a la obra, histrionismo a los actores y espontaneidad a los parlamentos, quizás en unos días cuando realicen los ajustes necesarios, cambie, ayer se notó. Algunas cosas si bien eran novedosas y hasta graciosas, no me convencieron, es el caso de la parodia de la marquesa Dorimena (lograda muy bien por Andrea Bonelli) y el conde Dorante (un titubeante, por momentos y poco convincente, Gustavo Garzón), los ubican a ambos en la Europa de la belle époque, me pareció innecesario remontarse al siglo veinte, para demostrar el engaño y el fraude, tampoco es necesario colocarle una peluca blanca afrancesada pero a lo “Elvis” a un genial Pinti y una gran chaqueta como boxeador con su nombre en la espalda para demostrar lo pequeño, soberbio e ignorante que era aquél nuevo rico. Original el "Niño bien" cantado por un adecuado coro “vulgar y miserable del populacho”, dedicado al protagonista, fue simpático.
· Estoy convencida que el Jourdain es el papel para Pinti, no pudieron elegir mejor, pero no fue lo que esperaba.
· La Mme. Jourdain, es Lucrecia Capello, da en el physique du rol, tampoco pudieron elegir mejor, es una gran actriz, pero en este caso, su papel está muy sobre actuado, algo titubeante y sobre todo, por momentos, parecía escuchar a Tita Merello en "Filomena Marturano", demasiado aporteñado y lunfardo.
· El ballet original, no está, el autor lo había colocado en la obra, como un espejo de la corte de Luis. El rey era un gran bailarín y montaba unas coreografías y escenografías impactantes, es famosa su delicada danza. “Ay, esa perfección idiota que él quiere alcanzar en todo lo que hace", (se burla Molière en conversación privada con Lully), precisamente es el ballet, en el que Luis XIV, interpreta a Apolo, lo que le valió el sobrenombre de "Rey Sol", (recordando que el ballet por excelencia, es de origen francés, así como la ópera es italiana). El maestro de baile de la corte, era Pierre Beauchamps, el creador de las cinco posiciones básicas que todavía se mantienen en la técnica del ballet, el primer codificador de este arte y el hombre a quien Luis XIV confió la dirección de la Academia Real de la Danza. Si algo negativo, desde el punto de vista estrictamente “balletístico”, (si se me permite la expresión), hay que señalarle a la pasión del rey, es la subvaloración de la figura de Beauchamps. Luis XIV es conocido por la frase "L'état c'est moi", "El estado soy yo", como epítome del absolutismo que él instauró, pero también pudiera haber dicho, como sugirió un conocido inglés, "el ballet soy yo". Algunas de las grandes compañías de ballet clásico, se parecen mucho a la corte de Luis XIV, con el rey incluido y esto no es exageración, ni metáfora.
· En 1669 llegó a Francia un embajador turco. La corte se vistió con todo su esplendor para impresionarlo, pero él respondió con una altanera indiferencia. Después de su partida, Luis invitó a Molière y a Lully, para que compusieran una comedia-ballet que incluyera la parodia del embajador en una turquerie. Lully, escribió, su maravillosa “Marche pour la cérémonie des Turcs” y Molière amplió el tema hasta convertirlo en una sátira contra el creciente número de franceses comerciantes enriquecidos, que se esforzaban por vestirse y hablar como aristócratas natos.
· Es importante resaltar que la ceremonia de los turcos está destinada a hacer de M. Jourdain un “Mamamouchi”, esta escena es el núcleo de la pieza. La orquesta utiliza casi todos los instrumentos existentes en la época, excepto las trompetas y timbales, reservados para los regios saraos. El tono grave de sol menor, los ritmos punteados similares a las oberturas de las óperas de Lully, los grandes acordes para esa época, contribuyeron a generar un cambio deliberado hecho por los autores.
· La comedia fue estrenada ante el rey y la corte en Chambord, el 14 de octubre de 1670, al ser presentada en el Palais-Royal en noviembre, compensó financieramente las pérdidas de "L´Avare". Molière personificó a Jourdain; Lully al muftí.
· Para revestirse de nobleza, M. Jourdain contrata a un maestro de música, uno de baile, otro de esgrima y un filósofo, los que llegan a los golpes, al discutir la importancia relativa de sus artes, si es más vital lograr armonía, llevar el paso, matar con pulcritud o hablar un francés elegante, (en las pretensiones del maestro de música, se sospecha un artero ataque al fastuoso y ambicioso Lully). Es muy famosa la escena en la que M. Jourdain se entera de labios del filósofo, que se puede hablar en prosa o en verso,
· Con todo ésto, algunos cortesanos, que no habían pasado hacía mucho tiempo del comercio a los encajes, entendieron que la sátira les estaba dedicada y rechazaron la obra como una “insensatez”, pero el rey aseguró a Molière: “Nunca habéis escrito nada que me haya divertido tanto”. Al oír esto, según nos dice Guizot, “la corte tuvo en seguida un paroxismo de admiración”.
· Con respeto a la música, bien, pero demasiada mezcla de épocas y estilos, no sé como hicieron, para unir a Lully con Händel, Vivaldi, Verdi, Juan Antonio Collazo y el grupo “Tarkan”, entre otros, pero así fue. Excelente el contratenor Damián Martínez, su inclusión es un logro, con ese acertado y afinado timbre “a lo Farinelli” (a pesar de las risas ignaras de algunos en el público)
· La filosofía moral de Molière fue pagana, en cuanto legitimó el placer y careció del sentido del pecado. Gustó más de Epicuro y Séneca que de San Pablo o San Agustín; armonizó mejor con la laxitud del rey que con la austeridad de Port-Royal. Molière condenó el exceso hasta la virtud. Admiró al “honnète homme”, el razonable hombre mundano que se abre paso con sana moderación entre absurdos en competencia y se ajusta calladamente a los defectos de la humanidad. El mismo Molière no llegó a este nivel de moderación. Su profesión de comediógrafo lo indujo a la sátira y frecuentemente a la hipérbole; fue demasiado duro con las mujeres instruidas, no hizo distingos al atacar a los médicos y debió haber demostrado más respeto por las enemas.
· Pero, la exageración es la sangre de la sátira y las obras teatrales rara vez dan en su blanco sin ella.
· Molière hubiera sido más grande si hubiera hallado el modo de satirizar el mal fundamental del reino: la codicia militar y el ruinoso despotismo del Luis XIV, pero fue este amable autócrata, quien lo protegió contra los enemigos e hizo posible la guerra del autor contra el fanatismo. ¡Qué suerte que tuvo Molière al morirse antes de que su señor se convirtiera en el más destructor de todos los fanáticos!.
· Francia ama a Molière y todavía lo venera y lleva a escena, como Inglaterra ama a Shakespeare, claro que, no se lo puede colocar al frente de la literatura francesa. Boileau juzgó a Molière ante Luis XIV así: “Molière es el primer poeta del reino”; cuando lo dijo, Racine no había escrito aún su “Phèdre” o su “Athalie”. En Molière no existe únicamente el escritor que pertenece a la historia de Francia, existe también el hombre: el acosado y fiel administrador, el engañado marido que supo perdonar, el dramaturgo que ocultó sus aflicciones con risas, el doliente actor que libró hasta la misma hora de la muerte su guerra contra la pedantería, el fanatismo, la superstición y el fingimiento.
· Hace unos tres años, el experimentado y talentoso maestro Willy Landin presentó en el mismo teatro, su versión de “Las mujeres sabias”, este segundo Molière, no es tan logrado como aquél, eso sí, mucho color, atractiva y novedosa aplicación de las nuevas tecnologías, música y baile, muy buen espectáculo, pero: no es Molière.
· Recuerdo una dura y magistral carta de Lorca a los críticos después del estreno de "Yerma": "… cuando ya no tengamos trajes ni decorados, representaremos el teatro clásico con alpargatas. Y si no nos dejan el tablado, representaremos en la calle, en las plazas de los pueblos. Y si tampoco nos dejasen así, representaremos en cuevas y haremos teatro oculto. Ante la realidad social, el artista debe apasionarse. ¡Cómo se pretende que el poeta cierre los ojos ante los que sufren, ante la tragedia del hombre oprimido? Ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte por el arte. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan azucenas.", creo que eso es lo que busco en el teatro, que me lleven a buscar azucenas, gran pretensión, es cierto, pero he tenido la suerte de que en muchas oportunidades fui obsequiada con grandes ramilletes de flores fruto de talentosas actuaciones y obras maestras de la literatura mundial.
· Algunos señalan que la masividad en el arte, es anti - arte, siendo irreversible y un hecho consumado, no pienso así, tengo la esperanza de que el arte llegue a todos y que no se tenga que cambiar la obra con “adaptaciones” más simplistas, para que se logre el objetivo, por lo que se vuelve siempre a lo mismo, la educación es la génesis para la elaboración de los nuevos paradigmas, sin duda hay mucho por hacer.
· Parafraseando a Tolstoi en su texto, “Qué es el arte?”: “… las innumerables definiciones del arte no son tales definiciones, sino simples tentativas para justificar el arte existente. Por extraño que pueda parecer, a pesar de las montañas de libros escritos acerca del arte, no se ha dado de éste ninguna definición verdadera. Estriba la razón de esto en que siempre se ha fundado la concepción del arte sobre la de la belleza, (…), el dominio del arte de los sentimientos sencillos es inmenso y puede decirse que no ha sido explorado aún, (…), la diferencia será completa, en el fondo y en la forma entre el arte del porvenir y el contemporáneo. En el fondo, aquél tendrá por objeto unir a los hombres, en la forma será asequible a todos. Y el ideal de la perfección de lo porvenir no será el particularismo de los sentimientos, sino su grado de generalidad. El artista no buscará, como hoy, ser obscuro, complicado, enfático, sino breve, claro, sencillo. Y sólo cuando el arte haya tomado tales derroteros, es cuando no servirá solo para distraer a una clase de gente ociosa, como ahora ocurre, sino que empezará por fin a realizar su fin verdadero, es decir, a transportar una concepción religiosa desde el dominio de la razón al del sentimiento, a conducir así los hombres hacia la dicha, hacia la vida, hasta esta unión y perfección que les recomienda su conciencia religiosa…”
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· La pieza porteña es correcta, pero lejos de la exquisitez de los franceses.
· Recomendable para los que les interesa reírse con Pinti, pero no para los que buscan la complicidad y picardía de la inteligente y talentosa obra de Molière. Es cierto, sin duda, que hay un gran espectáculo en ciernes, pero no es Molière, es otro, muy bueno y sin muchas pretensiones, pero claramente no es el clásico exquisito de la época Luis XIV.
· Me sigo quedando con el Jourdain del recordado Osvaldo Terranova
· Nancy C. de Estévez
· historiadora - invierno/2011
· CURSO DE HISTORIA DEL ARTE DEL CLUB DEL PROGRESO
· www.clubdelprogreso.com / ncastagnini@yahoo.com.ar
· AGOSTO: HISTORIA DEL ARTE ESPAÑOL (S.XV a XIX)
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